La pilarcita

La pilarcita

En su décima temporada la pilarcita sigue brillando con su milagro escénico que irradia luces a todo el universo Marull. Es a la vez el comienzo y el epítome de este mundo pues se desarrolla en las tensiones de un pueblito del litoral que un poco podría ser cualquier pueblo chico del mundo y otro poco tiene un sabor tan autóctono que de solamente entrar en la sala del teatro que nos recibe con esas cortinas de tiras de plástico y la música del carnaval, en seguida sentimos un tranquilo chamamé, el calor sofocante, el olor a río y un gusto a tereré, chipa y pacú que nos invade en recuerdos de una infancia que acaso nunca tuvimos pero podemos rememorar apenas ponemos un pie en la sala.
El río y el pueblo vuelven todo el tiempo como una obsesión, algo que no podemos dejar aunque hayan quedado atrás, algo que se resiste pero se ama y que es más un lugar en el tiempo que un espacio. Un espacio que nos recuerda a algo pero en el presente ata a sus personajes a una vida de monotonía como en una condena de mito griego. 
Los personajes de la pilarcita quieren buscar su vida afuera del pueblito y están pendientes de los que vuelven que son señalados a partir de sus cambios que se muchas veces se señalan como vanidades de quienes niegan sus raíces. El pueblo de la pilarcita tiene la tensión de una nostalgia que desea imposiblemente volver a un pasado pero a la vez quiere realizar algo en el presente que reivindique ese pasado.
Celeste expresa el tempus fugit del pueblo que vive en la angustia de vivir el presente y llorar un futuro estancado y muerto como el de su abuela que debe cuidar pero que apenas si puede salir del lugar de la carga, el paquete que se mueve de acá para allá y no es capaz de gesticular ni una mínima acción de agrado o reprobación. La cele se sueña en la comparsa, vive su juventud pero está segura de que no saldrá y no sabe tampoco si tienen ganas de salir. Ella es la pulsión tanática del entregarse al destino trágico del presente pueblerino, pero el impulso ciego del erotismo hedonista inmediato de hacer lo que le pinta.
Celina es la pulsión tanática del momento que aplaza el placer en el mañana yel erotismo proyectado todo en el futuro que se vuelva todo al salir del pueblo en la ilusión de quebrar el destino sisífico de la humanidad. Estudia y se queja de que Celeste la interrumpa con sus adolescentes nimiedades cotidianas de chismes de pueblo, quejas y conversaciones de patio. 
Selva llega al pueblo y es parte de esa ciudad que cuando entra allí mueve esas energías aquietantes de siesta de la tarde. Se queja por lo antigüo, la lentitud y las nimiedades propias de los “chetos” de la ciudad. Es pulsión que mueve a salir del pueblo, que inquieta a Celeste que parece resignarse a no salir nunca pero en el fondo no puede evitar querer salir. En este pasado indefinido en el que se hunden los pueblos mitológicos del universo Marull, Selva es la figura de la secretaria que supo encarnar a la mujer libre, exitosa y soltera durante el tercer cuarto del siglo XX. Como tal representa el desafío a las costumbres conservadoras de pueblo y al escándalo de la libertad que en secreto sueñan las chicas de pueblo cuando pispean a las citadinas que reprueban en público. 
Lo único que atrae a forasteros a este pueblo es la milagrosa niña santa Pilarcita. Selva huye de la ciudad con su antiguo jefe-amante para rogar un milagro que le salve la vida a él. Los milagros ocurren de forma misteriosa o acaso todo es producto del azar, pero finalmente Selva y Celeste se encontrarán y podrán liberarse para partir felizmente de lo que las ataba a sus respectivos lugares.

La escenografía logra el cuidadoso equilibrio de reflejar el universo cotidiano del pueblo que inspira a lo kitsch pero sin caer en lo cuidado y artificioso de eso. El detalle de las cortinas de plástico al ingresar y la música que nos retrotrae a esos parajes fluviales argentinos, completan el trabajo. En esta temporada el papel de Celia está a cargo de un cuidadoso trabajo de Agustina Cabo que encarna esa cansada madurez paciente que debe enfrentarse a los pueriles problemas de Celeste. Lucía Maciel nos encanta con su gracia para el baile y una simpática Celeste que contrasta con el logrado quejido y agotamiento de la Selva de Julia Catalá.
Mención aparte para Julián Rodriguez Rona que le presta su voz y su guitarra a Hernán, el pícaro hermano de Celina que vuelve para competir en un concurso de compuestos correntinos a través de los cuales nos contará parte de la historia transportándonos más allá del tiempo y del espacio a ese espacio del pueblo natal con el que soñamos al entrar en la Pilarcita a veces como sueño y otras como pesadilla.

Javier Echarri @javitojso


Ficha técnico artística
Dramaturgia:
María Marull
Actúan:
Agustina Cabo, Julia Catalá, Lucía Maciel, Julián Rodríguez Rona, Francisco Ruiz Barlett
Vestuario:
Jam Monti
Iluminación:
Matías Sendón
Diseño de espacio:
Jose Escobar, Alicia Leloutre
Fotografía:
Sebastián Arpesella
Diseño gráfico:
Natalia Milazzo
Asistencia de dirección:
Alejandra D’Elia
Prensa:
Carolina Alfonso
Dirección:
María Marull
 

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