“FALSO, un ensayo de locos” de Martin Repetto

“FALSO, un ensayo de locos” de Martin Repetto

@falso.teatro
Nün Teatro Bar @nunteatrobar
Reseña: Ana Sanchez @soyanitasanchez

Una obra dentro de otra. Un grupo de ocho actores están ensayando “Tartufo” de Molière, una comedia clásica que narra una historia acerca de la hipocresía en los vínculos y su relación con el dinero y el poder. Mientras repasan sus líneas y actúan sobreviven al guión, al director y al abandono de una de las actrices que los obliga a buscar un reemplazo dentro del mismo elenco. En “Falso, un ensayo de locos” los espectadores somos convidados a experimentar dos obras en una: la versión de “Tartufo” y la dinámica de trabajo de una compañía de actores que se desbordan con sus propios dramas sobrecargados de tensiones y conflictos. Una comedia dentro de otra que nos llena de risa: nos reímos de ellos, que somos nosotros mismos.

Apenas entrar a la sala ya comienza la experiencia teatral. Telones negros que organizan un improvisado pasillo, junto con la música y la iluminación, te invitan a ingresar en un tiempo diferente. Los actores visten de negro al estlo “sado”, sus rostros están blancos y maquillados. La estética es vehículo para sostener la tensión y, al mismo tiempo, construir escenas cinematográficas en cámara lenta o en versión caricaturesca.

Tartufo, que para la RAE significa “hombre hipócrita y falso” es una comedia en cinco actos que se estrenó por primera vez en París en 1669. La obra logró ser representada a pesar de las tensiones generadas dentro de la corona del Rey porque veían en la historia un ataque directo a la religión y a la Iglesia.Tartufo, el protagonista de la obra, es un falso devoto - o guía espiritual- que le hace creer a Orgón, un adinerado, que su fe es superior a todo y lo convence de le que entregue a su hija para que se case con él y que le ceda todas sus propiedades y riquezas. Pero Mariana, hija de Orgón, y Edelmira, su segunda mujer, sospechan de Tartufo. Además, Mariana está enamorada de Valerio y hará lo que pueda para evitar ese casamiento arreglado que le produce repulsión. La van a ayudar su doncella y criadas y Edelmira, su “madrastra”. Pero dentro de su familia también habrá personajes que están encantados con la figura de Tartufo y no quieren ver la realidad: su abuela, la señora Pernel, y su papá creen que Tartufo es un ser especial que dedica su vida a transmitir los valores morales de la Iglesia. Faltará poco para que se conozca quién es en realidad. “De este modo quiere poner de manifiesto que su corazón sabe, cuando menos se espera, premiar una buena acción; que ningún mérito cae en saco roto, y que siempre se acuerda más del bien que del mal”, escribe Moliére en la escena final de la obra.

El ensayo de esta obra se interrumpe constantemente por los conflictos que aparecen en el elenco: competencia por el rol protagónico, boicots que se hacen a escondidas contra el vestuario de una o la utilería del otro, conflictos amorosos y de pareja, burlas y un desafío constante de parte de todos los actores a la autoridad del director. La hipocresía y la falsedad están a la orden del día. Pero también la risa, lo que constituye el mayor disfrute de la experiencia teatral. 

“Los problemas personales quedan fuera de la obra” dice el director, quien también interpreta a Valerio en “Tartufo”. Sucede cuando se da una discusión de ex pareja entre los actores que ensayan “Tartufo”, pero, al mismo tiempo, él le hace una escena de celos a su novia, quien representa al personaje de Mariana porque sospecha que pueda estar siendo infiel. Estas contradicciones, esta falsedad, esta hipocresía va emergiendo con ironía. Lo que puede ser interpretado como una parodia de la convivencia de los actores dentro de una compañía teatral, no es más que lo que pasa a menudo en espacios de convivencia entre varias personas. Tener un objetivo común no es motivo suficiente para estar en armonía. Bienvenido sea poner en escena las emociones humanas que a veces rebalsan, siendo esta la única manera de que encuentren su cauce.

A medida que aumenta la tensión en “Tartufo” y se acerca el desenlace, sucede lo mismo dentro del elenco; el director convoca a una ronda del tipo “terapia de grupo” para resolver los conflictos que los atraviesan, porque “sino, yo renuncio”, insiste. 
“La hipocresía es de los otros, pero nadie se escapa de sí mismo, todos fueron o fuimos hipócritas alguna vez”, afirma mirando fijo al público el personaje de Maruchi, quien es también Dorina, la criada de la Srita. Mariana en “Tartufo”. 

La comedia en el teatro, desde sus épocas más ancestrales en la antigua Grecia, ha sido vehículo para representar los conflictos sociales y a lo largo de la historia se constituyó como una herramienta para la crítica social. “Finalmente, la careta siempre se cae”, sostiene uno de los actores en la escena final de “Tartufo”, que es también la escena final de “Falso, un ensayo de locos”. La magia del teatro en la reversión de un clásico que busca poner en escena cómo funciona la hipocresía y la falsedad de los vínculos, moneda corriente en nuestros días.
 

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