Lucas Mariño

Lucas Mariño

Soy Lucas Mariño, tengo 31 años y soy nacido de la matanza, de zona oeste. Crecí en barrios como Lomas del Mirador, San Justo, Ramos Mejía, e hice mi secundario en Liniers, cuento todo esto porque es lo que hace a mi persona, de dónde nacemos o dónde nos criamos o mamamos las maneras de ver la vida y cada una es muy particular y el ámbito del oeste es muy característico. Lo quiero destacar porque fue lo que después me hizo salir adelante incluso con el arte. Empecé a bailar a los 13 años dentro de una iglesia evangélica, toda mi familia eran evangélicos, y bueno, ahí empecé a desarrollar mi gusto por el movimiento, por el ritmo y los sonidos unidos al movimiento, me he encontrado con gente del ámbito de las danzas urbanas, como Marith Améndola, Bailego, Gaby Pardo.

 

 

Cuando empecé a bailar dentro de la iglesia, en ese momento le decíamos hip hop, era todo un tema porque a los mayores no les gustaba que hiciéramos eso. Cuando empecé a meterme en ese mundo e investigar más me encuentro con todos estos personajes que acabo de nombrar, que en algún punto me guiaron para poder continuar en lo que después terminó siendo un Lucas mucho más académico y técnico, pasé por El Centro de Daniela Fernández (en su momento) donde también estaba Mariela Bonilla y Nora Ivitz. Ahí llegué buscando información más académica porque yo seguía yendo a la iglesia y quería formarme bien, no quería ser un mediocre, entonces comencé a estudiar ahí.

Allí descubrí el teatro musical, me enamoro de él, del jazz (tengo una cuenta pendiente con ese lado todavía) porque no lo pude desarrollar del todo, me fui para el lado de la danza contemporánea, porque me encuentro con Jimena García Blaya, Ella me cuenta del taller del San Martín, yo no tenía ni idea, venía de una iglesia, de zona oeste, si bien había terminado la secundaria no tenía estudios superiores más que los estudios en la academia de danza. Y bueno decidí empezar a meterme para entrar al Taller, lo intento una vez, no quedé, el siguiente año me seguí preparando, por suerte también pude tomar clases con docentes que estaban en el San Martín, para que me vieran y pudieran hacer un ojo previo, por que muchas veces en la audición es muy difícil que los docentes vean a todos y entonces es una buena estrategia porque me parece que también en el ámbito del arte, de los artistas y sobre todo de los bailarines falta mucho la estrategia comercial. Yo siempre lo tuve y justamente por eso lo hice, también estudié con Inés Armas, después el siguiente año cuando audicioné, quedé, y lo que sucede es que era el día de mi cumpleaños, ese fue el mejor regalo de la vida.

 

 

Ahí entré en el mundo del San Martín, un mundo más elitista de la danza, me formó tres años, fueron los más lindos y malos que viví, muy subjetivamente, pero bueno, como todo, también el ámbito de la danza aún tiene que seguir decostruyéndose para ser un poco más humana y vincular la idea de que lo académico y lo humano deben ser una unidad. No por ser académico debe deshumanizarse a la persona que está atravesando ese proceso, creo que faltó un poco en el taller eso, Igual el esfuerzo que hacen es increíble, no tienen presupuesto, es muy bajo, los profesores no tienen jubilación, podrían darle una mano al espacio y no sucede. Cosas que también estamos acostumbrado a vivir acá en argentina y que forman parte, pero en algún momento espero que se modifiquen o haremos algo para que pase.

 

El taller realmente fue la catapulta para darme cuenta que era un artista, en realidad que era un bailarín, todavía no sabía que era un artista.

 

 

Catapultado a ir por lo que quiero, en el medio del taller dejo la iglesia y me sentía un niñito en el mundo atravesando un proceso en la danza que lleva mucho compromiso y esfuerzo. Lo que sucedió es que al terminar el taller, empiezo a postularme a becas de otros países, me doy cuenta que acá, en la Argentina, se complicaba mucho porque el mercado de la danza no está, no existe o existe no tan comercial como lo necesitaríamos (esa es mi perspectiva) y me dan una beca en Estados Unidos de tres semanas para Summer Intensive, apliqué a otra beca y decido quedarme seis meses más

 

Fue una experiencia increíble, aprendí muchísimo, cómo son, la danza allá es a través de impacto, de efectos, el cuerpo genera movimientos que en el espacio genera efectos, y lo asombroso es que esos efectos no están más que construidos por tiempos, velocidades y calidades. Algo que aprendí allá son los movimientos sharp, siempre cuando viajás aprendés distintas cosas o maneras de pensar que hace que descubras nuevos movimientos y eso te lo llevás a la vida. Queda en el cuerpo, no necesito estar en Estados Unidos para hacer un movimiento sharp. Cada cuerpo va haciendo su propia historia, sin palabras, pero es el que cuenta todo.

 

Luego seguí trabajando en el ámbito independiente, me fui a España y a Portugal con una obra de teatro llamada “Diario de una orientadora de sala” trabajé en muchas obras independientes, tuve una obra, tuve una compañía de danza (que duró poquito) en algún momento volverá.

 

 

Me descubro como artista cuando hago teatro, en ese momento abro un canal más en el que encuentro autovalorización, comunidad, y la necesidad de comprender al otro para que funcione, porque si no generás empatía con el otro, nunca vas a poder llegar a nada en cuanto a lo escénico, artístico o real. Estudiar teatro me humanizó de tal forma que me encontré también a mí, la danza me permitió poder canalizar mi vida anterior y el amor por el movimiento y poder hacer magia en algún punto. Siento que cuando hacés una coreografía estás, en algún punto, haciendo magia, te estás moviendo a partir de tu instinto, no hay nada que te diga cómo más que tu cabeza, los de afuera van a ver sincronicidad, estética, para mí es mágico, saltar, moverse, mantenerse en un pie, girar cincuenta veces.

 

Después cuando hice teatro pude bajar todo ese conocimiento a tierra. Creo que el arte me salvó de mí mismo, de la vida que tenía y aprendí que hacer arte o ser artista, nosotros tenemos una responsabilidad para con las personas, el pueblo, el público, el espectador, desde lo político hasta lo comercial, los artistas somos canales y tenemos que observar qué está pasando alrededor en nuestro contexto porque nosotros tenemos la posibilidad de ayudar a las personas a canalizar sus dolores, sus penas, sus felicidades, a lo que no saben ponerle nombre, a lo que no les enseñaron cómo construir pensamientos sobre cómo resolver algo intrincado en las emociones

 

Creo que nosotros, como artistas, le ponemos nombre, a veces sin palabras, a cosas que a las personas le están pasando y creo que por eso somos importantes. Los artistas tenemos que tener un lugar, no se si destacado, pero sí que tenga la misma importancia que otro tipo de disciplinas como la medicina, tendríamos que estar muy relacionados al ámbito psicológico, al alma, con los planos más cercano a las energías, lo onírico y creo que también somos catalizadores, vemos cosas en los demás. Esto hablando del lado artístico que es el lugar que me interesa ahondar, el docente también me gusta pero siempre lo hice más para ganar dinero que por vocación, en este momento me interesa mucho más el ámbito profesional. En relación a esto no está desarrollado un mercado firme que tiene muchos motivos, sería muy extenso explicarlo, pero básicamente creo que una de las patas de la falta del mercado es debido a que la economía argentina tan inestable que hace que a veces las posibilidades sean mucho menores para las personas que quieran dedicarse a ser bailarines como algo profesional.

 

 

Sé que esto es fuerte porque en general los medios de comunicación defienden mucho la danza de este país porque así debe ser, pero tampoco dicen la verdad, como esta no posibilidad de poder ejercer tu profesión para lo que estudiaste, es un poco lo que a mí me pasó, yo luego bifurqué al marketing, a las terapias holísticas. Diciéndolo desde el lugar donde nací, el oeste, actualmente elegí este trabajo para pagar el pan, en este sentido la danza no me ha podido dar el sustento y uno de los motivos es la falta de mercado y el artista no sabe hacer es ser comercial, no por comercial significa que sea burdo o que tenga un aspecto yanki sin contenido, sino que es importante entender a dónde uno apunta, plantearse objetivos, saber quién sos, qué querés ofrecer, a qué público le querés impactar, qué medios usar. 

 

Creo que todo eso no está desarrollado y eso hace que tampoco tengamos un mercado, tampoco hay inversores porque ellos también se dan cuenta que no estamos preparados en tener ese tipo de profesionalización (que es también pensar en todas estas cosas) el arte es orgánico pero no es estúpido, es algo que te pasa, moverte, te sucede pero si querés vivir de esto hay que ocuparse y ser inteligente y estratégico. 

 

Yo tengo ganas de hacer una investigación sobre las opciones que hay para los bailarines que quieran ser profesionales, como por ejemplo ofrecer su contenido en redes sociales, monetizarlo, ser modelo vivo, docente, y quisiera poder ofrecer herramientas referidas a las posibilidades y oportunidades que puede llegar a haber para poder trabajar como profesional del cuerpo.

 

 

Tengo un canal de Youtube, el nombre es Lucas Mariño, estoy apostando a ser un artista virtual. Los proyectos que se vienen son por ejemplo “Miedo” una obra de mi amigo Martín Albistro, que estamos postulando para subsidios, y también estoy grabando un video con Luciana Russo que es una coreografía de Joffrey llamada “The Green Table” en donde hay unos bailarines que son una especie de políticos hablando en una mesa, y debatiendo a través del movimiento, ese es el material fuente y nosotros estamos trabajando para darle una vuelta.

En lo particular le estoy metiendo mucha energía a mi canal de youtube y mis redes sociales ¡así que síganme!, además yo trabajo en marketing digital donde mi creatividad se hace una panzada y me ayuda a seguir adelante que por suerte se está entremezclando con todo esto.

 

¡Muchas gracias por todo!

 

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